A mis hermanos homosexuales
Presentación
Las personas homosexuales, no cabe duda, han sufrido innumerables vejaciones y malos tratos a lo largo de la historia. Frecuentemente, han sido mal vistas y degradadas, despojadas de su dignidad personal. Todavía tenemos presente, en la memoria, cómo Hitler llevó a los campos de exterminio nazi a muchas personas homosexuales, donde fueron cruelmente masacradas. En fin, siempre sería una labor inacabada hacernos justos portavoces de tanto dolor y sufrimiento, de tan crueles y despectivos tratos como los homosexuales han padecido a lo largo de los tiempos.
Afortunadamente, desde que en los tiempos modernos se han reconocido los derechos humanos y se afirma universalmente el valor sagrado de la persona humana, de su dignidad inviolable, del respeto y tutela que merece la misma… ¡las cosas han cambiado! Indudablemente, a mejor. Todos nos congratulamos, profundamente, de que sea así. Y que esta expansión de humanidad, de trato digno y respetuoso, esté llegando a las personas homosexuales. No obstante, si mucho se ha mejorado, ¡mucho queda todavía por hacer!... Tanto en la sociedad, como en la Iglesia.
Como hombre creyente, y sacerdote de la Iglesia católica, a lo largo de estas páginas, he querido hacerme sensible al dolor de las personas homosexuales. Pero antes he tratado de afirmar su dignidad personal, sus derechos. Los homosexuales son personas iguales a las demás. Merecen respeto y que se les haga justicia. Me llena de alegría constatar cómo, cada día que pasa, todos estos valores se les reconoce con amplitud, de modo franco y sincero. Y cómo ellos quieren vivir con dignidad, y desarrollar sus vidas en paz, contribuyendo lealmente a la mejora de la sociedad. También me alegra cómo la Iglesia, madre solícita de todos los creyentes, y atenta siempre al bien de los hombres, se muestra más y más sensible para con las personas homosexuales, más cercana a sus inquietudes y aspiraciones. Ella los acoge con el amor de Cristo, y desea contar con ellos para llevar a cabo su misión salvífica en el mundo y servir al bien de la entera humanidad.
Precisamente, desde esta óptica creyente y como miembro de la Iglesia, he querido dirigirme a través de estas páginas a las personas homosexuales, a todos ellos, sean cual fuere su sexo o condición social, su identidad política o religiosa, su edad o nivel cultural… Como a toda persona, los acojo con el corazón abierto de Jesucristo. Y me dirijo a todos ellos desde el amor del Salvador de los hombres, de Aquel que ¡quiso entregarse a la muerte, para que nosotros viviéramos y fuéramos felices!, ¡en este mundo y en el otro!...
Así, con la humilde –seguramente, inalcanzable- pretensión de hacerme próximo a los sentimientos de Jesucristo he querido acercarme a los homosexuales, para comprenderles y tenderles la mano. La mano comprensiva de un sacerdote; la mano de la Iglesia, que es madre de todos los hombres, pues a todos ama y a todos desea llevar al encuentro salvífico del Señor Jesús.
Se comprende, por tanto, que mis palabras –dirigidas afectuosamente, con respeto sumo e inviolable- a las personas homosexuales, se hayan escrito desde las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia. Lo he hecho así porque es el mundo en el que vivo y creo. El mundo donde se haya la luz necesaria para esclarecer la vida de cada persona y el entero tejido social. La luz que nos lleva a la Luz, y que nos otorga la Vida verdadera, porque en ella está la Vida.
Quisiera, pues, que mis palabras fueran acogidas así, desde la comprensión y el respeto, desde la cercanía que da la fraternidad. ¡Pues todos somos hermanos en humanidad, y todos estamos llamados a alcanzar la misma meta!... Es verdad que aquí, en este mundo terreno donde se debate nuestra vida temporal, con frecuencia –más de lo debido, o de lo que debiera darse en principio…-, hay muchas cosas que nos separan y dividen, que nos enfrentan o contraponen en ocasiones… No obstante –lo digo con sinceridad-, considero, que somos hermanos y que podemos entendernos. ¡Y lo haremos desde el amor y la escucha recíproca, desde el diálogo, que exige atención, reflexión, acogida!...
Por todo esto, quisiera ofrecer al lector estas líneas escritas desde la fraternidad que a todos nos une por nuestra condición de personas humanas. Más profunda y enriquecida si compartiéramos la misma fe, y participáramos del mismo ideal y aspiraciones. Desde esta óptica, he tratado de iluminar algunos de los problemas sometidos a debate en la actualidad.
Teniendo, pues, presente todo esto, me sentiría profundamente dichoso y feliz si las palabras que siguen sirvieran para entablar un diálogo, un diálogo de amistad, sincero y cercano. Leyéndolas así, quizá, puedan dar pie a la reflexión, quizá puedan arrojar algo de luz, o suscitar un pensamiento bueno o un propósito… ¿Cuáles?... ¡Yo que sé!... Infinidad, acaso. ¡Los que estaríamos dispuestos a emprender contando con nuestra buena voluntad!...
ÍNDICE
I- LA HOMOSEXUALIDAD, REALIDAD HUMANA
La homosexualidad en expansión
La homosexualidad contradice la ley natural
La homosexualidad falsifica el amor humano
II- LA IGLESIA EN RELACIÓN A LAS PERSONAS HOMOSEXUALES
La práctica homosexual es pecado
Pecado de homosexualidad y tendencias homosexuales
La voz profética de la Iglesia
Amor y solicitud pastoral de la Iglesia para con las personas homosexuales
Atención pastoral a las personas homosexuales
Ascesis para vencer la inclinación homosexual
Vías de solución: redención de los homosexuales
Testimonio enriquecedor
III- AFRONTAR LA HOMOSEXUALIDAD CON ESPERANZA
Educar en la castidad
Esperanza para las personas homosexuales
Homosexualidad y futuro de la humanidad
Aviso a las nuevas generaciones
IV- LOS HOMOSEXUALES EN LA SOCIEDAD HUMANA
Los homosexuales deben ser tratados con dignidad
Medidas legislativas en favor de los homosexuales
Matrimonio de homosexuales en Europa
Adopción de niños por parejas homosexuales
Ante el proyecto legislativo impulsado por el Gobierno