domingo, abril 16, 2006

Mi compañero


Mi compañero

Presentación

Con estas páginas tengo el gusto de presentar un libro muy original. Como se trata de algo original, requiere también una presentación diversa. No es que lo vaya a ser en sí misma, como resultado de mi ingenio. Se diferenciará, quizá de otras, por el modo en que se haya llegado a realizarla.

A este propósito, es criterio general entre los escritores (yo siempre he procedido así con los libros que he publicado), que la presentación e, incluso el índice, se elaboran una vez terminado el libro. En esta ocasión procedemos a la inversa: desde el primer momento he tenido perfectamente claro qué libro quería poner en tus manos, amigo lector. También con qué intención. De ahí que haya tenido tan claro esta presentación, y la estructura de este pequeño libro.

A buen seguro, te habrá llamado la atención su título: Mi compañero. Esto es lo que he querido que sea este libro para ti: un compañero de camino por las encrucijadas de este mundo, en medio de tus más diversas actividades y problemas... También cuando la tristeza o la alegría llamen a tu puerta. Y cuando te encuentres estrujado en medio del metro, camino de la universidad o de tu puesto de trabajo. O, cuando te halles esperando –lleno de paciencia, como los antiguos estoicos- la llegada del autobús, que no llega: cuántas veces te has visto tentado de coger un taxi, tentación que has podido superar con suma facilidad dado que tu cartera no se puede permitir tales lujos... Mi compañero también te puede acompañar en los ratos de ocio en la piscina, o junto a la orilla del mar...

En definitiva, Mi compañero quiere acompañarte allí donde estés, hagas lo que hagas, te encuentres como te encuentres: animoso o tristón, alegre o cabizbajo, optimista o desesperanzado... Basta que lo introduzcas en tu vida, que le permitas acompañarte en todo momento. Para esto no es preciso que le pidas permiso, ni que eleves una instancia con la correspondiente póliza al ministerio pertinente... Sí, basta con que lo introduzcas en tu bolsillo de los vaqueros, o bien -si el tamaño lo permite- en tu camisa. Las chicas lo tendréis más fácil, pues os será muy cómodo llevarlo en el bolso, con el lápiz de los ojos o la barrita de carmín y el perfume que os gusta...

Así, si le permites acompañarte, Mi compañero lo tendrás al alcance de la mano en cualquier momento. Cuando estés aburrido, sin saber qué hacer. O, como te decía antes, cuando estés apunto de dejarte llevar de los nervios por esas esperas interminables que has de sufrir, tantas veces...

Y, ¿por qué no? Lo puedes llevar a tu habitación, para estando a solas abrirlo y reflexionar o hacer un rato de oración, o simplemente para buscar algún consejo o una luz que te permita afrontar una situación complicada, o que lleve a tu alma un soplo de esperanza, o de alegría... ¡También para que te ayude a amar, pues has nacido para amar, y necesitas amar para ser tú mismo, para ser feliz, y así hacer felices a los demás!...

También –te lo diré como en confidencia, sin que te asuste- te puede servir para cuando pases junto a alguna iglesia. ¿Por qué no entrar, en alguna ocasión, para dar descanso no sólo a tus huesos, que no pueden con tanto trajín y el estrés de la ciudad, sino también para alcanzar alguna luz, y dar sosiego y paz a tu alma, a tu corazón sediento de valores auténticos, en los que merezca la pena comprometer la existencia?... Si lo haces, un día y otro –por lo menos de vez en cuando- verás que te sienta muy bien, pues encontrarás paz y alegría, además de sentirte más relajado y optimista, en medio de tus problemas y dificultades.

Además de esto, convendrá tener presente –sobre todo si crees en Jesús y en sus promesas: si eres amigo suyo- que leyendo o reflexionando con Mi compañero, puedes dar lugar a que intervenga otro compañero. Mejor dicho: el Compañero por antonomasia de nuestra vida en la tierra, que es Cristo Jesús. Él siempre está junto a nosotros en el camino de la vida, como lo estuvo con los Apóstoles y demás amigos (por ejemplo aquellos que se dirigían a Meaux, tristes y derrotados tras la muerte del Señor en el Calvario).

Sí, Jesús es el Gran Compañero de nuestra vida. Siempre está junto a nosotros: nos demos cuenta o no, queramos tenerle con nosotros o no, pues Él nos ama y no puede separarse ni olvidarse o dejarnos a nuestra suerte,... en medio de esta selva en la que tantas veces se transforma el mundo que habitamos.

Y es que el Señor tiene especial empeño en acompañarnos en nuestro paso por este mundo, pues Él -que vivió como uno de nosotros- sabe de sus problemas y dificultades, además de ser solidario siempre y en todo con nosotros ¡y de amarnos con locura, como no podemos imaginar!... Así, estando con nosotros, a la vera de nuestro camino, nos ayudará para que no perdamos el rumbo hacia ese otro mundo al que nos abocamos, queramos o no, pues nuestra vida en la tierra un día acabará, más pronto o más tarde...

El Señor quiere llevarnos al Reino de los cielos. Está empeñado en salvarnos y, como decía antes, ayudarnos en todas nuestras necesidades aquí en la tierra. Por esto, considero que sería de gran utilidad, quizá una ayuda inestimable para ti, que oraras y reflexionaras con Mi compañero teniendo presente al Compañero verdadero, ¡al mejor de los compañeros, al único que en verdad nos acompaña siempre, pues nos ama sin condición! Es una propuesta que la confío a tu corazón que busca la verdad, que quiere hacer de su vida algo grande, gastándola con generosidad en algo valioso.

Bueno, me estoy alargando más de lo que pensaba. Pero no quiero renunciar a hacerte una confidencia. Y es que, en un principio, había pensado llamar a nuestro libro con este título: Mi amigo. No lo he hecho, pues me parece muy pretencioso por mi parte, pues nadie otorga el título de amigo si no a aquel que lo merece, o que estima es digno de ello, aunque él mismo se presente como tal.

No obstante, Mi compañero podría llegar a ser tu amigo, mi amigo, si tú quisieras. Depende de ti: de cómo y cuánto acudas a él, de si le dejas hablarte, si te confías a sus consejos o estimas los criterios que te ofrece. En fin tú y él estáis llamados a descubriros recíprocamente. Por esto, al mismo tiempo, yo os confío a ambos, invitándoos a emprender el camino de la amistad. Aunque mi palabra haya sido torpe e imprecisa, mi corazón no: Este es el único objetivo al que ha querido servir.

Ahora, pues, tú y Mi compañero tenéis la palabra. ¡Si quieres, si te parece bien, algún día ya me contarás!...



Precio 6,60 euros


Cardenal Ratzinger:Diccionario de Enseñanzas

Cardenal Ratzinger Diccionario de Enseñanzas

Presentación

Ha querido Dios, dentro de los designios de la Providencia que, en el momento de ser elegido el Cardenal Joseph Ratzinger Pontífice de la Iglesia Católica, Benedicto XVI, tuviera yo en mi acerbo la inmensa fortuna de haber leído más de 48 libros suyos, recogiendo sus escritos. Incluidos también los grandes documentos de la Congregación Doctrina de la Fe, presidida por él en estos últimos lustros. Así resultaron los documentos doctrinales emanados por la Congregación, de mayor valor que otros, y en los que el Cardenal intervino con gran autoridad.

Lógicamente, nada más saber la noticia de su elección, pronto, afloró en mi mente la preparación del libro que tengo el gusto de presentar. Consideré que constituía para mí un gran privilegio, y un inmenso honor. Y que podría ser -gracias a la sabiduría y al trabajo intelectual de su Eminencia- una valiosa aportación a la misión de la Iglesia. Su misión es servir a la Verdad de Dios y a la salvación de los hombres. Dimensiones que se autoimplican. Los lectores serán los que mejor puedan juzgar: ellos tienen la palabra.

Partiendo de esta premisa, he de manifestar algo claro e inequívoco. La lectura de sus libros, muchos y de diversa índole -extremadamente polifacético-, constituye un tesoro de profundas enseñanzas. Por otra parte, el teólogo y cardenal Ratzinger está dotado de una gran capacidad de expresión, resultando muy comprensible (según el modo de comunicarse, y los destinatarios de sus libros). Verdaderamente, atendiendo a sus enseñanzas, y a la exposición de las mismas, ya no sirve aquello que tantas veces he podido oír -recuerdo cuando estaba en clase, en mi Seminario de Logroño-: “los teólogos alemanes resultan complicados y farragosos, difíciles de entender”…

Considerando las lecturas y el estudio realizado (he procurado recoger todo, aunque soy consciente de que algo faltará…), estimo que estoy en condiciones de poder realizar una especie de conjetura. Sin miedo a equivocarme, quizás, podría decir que Ratzinger -en este momento- constituye una de las inteligencias más preclaras de la Iglesia. Y de mayor garantía y solvencia.

Estudiando su pensamiento, y agrupándolo por orden temático, siguiendo el hilo del diccionario, han resultado más de 225 voces, que recogen temas tan variados como la filosofía y la teología, la ciencia y la cultura, la política y la democracia, el derecho y la justicia, los sacramentos, la Virgen María, el arte, el humanismo… Un impresionante torrente de enseñanzas, de grandísima profundidad y riqueza, claras y convincentes.

Cuando han transcurrido escasos meses desde que fuera elegido Papa de la Iglesia, nuestro entrañable Pastor ya habrá adquirido una nueva comprensión de su vida y ministerio en favor de la Iglesia y de la humanidad. Hace años se interrogaba, con sencillez -queriendo penetrar en los misteriosos designios de Dios- acerca de esto. Ahora ha alcanzado una nueva clave de comprensión para entenderse a sí mismo. Traigamos, pues, a la memoria, esas palabras a que aludía: «Dado que nací un Sábado Santo, este día ha tenido siempre para mí un significado espe¬cial. En mis primeros años me resultaba importante sobre todo el hecho de que yo -y mis padres insistían en ello con un cierto orgullo- hubie¬ra sido el primer bautizando en recibir el agua pascual recién bendeci¬da. El hecho de nacer el Sábado Santo me había donado el privilegio de un bautismo ligado de un modo absolutamente evidente a la Pascua cris¬tiana, de tal manera que la raíz íntima y el significado esencial del bau¬tismo emergían con especial claridad. El mensaje del día en que vine al mundo tenía un vínculo particular con la liturgia de la Iglesia; y mi vida se había orientado desde el principio hacia este singular entretejido de oscuridad y de luz, de dolor y de esperanza, de ocultación y de presen¬cia de Dios» (Cinco meditaciones, en AA. VV.: El sábado de la historia, Madrid, 1998, p. 18).

Ahora, Benedicto XVI, mirando hacia atrás y con la mirada puesta en Jesucristo, y en la realización de la misión que le ha sido confiada, ahora sí, puede comprenderse con luces nuevas. Y lo hará con energías nuevas, fuertes y poderosas… ¡Quiera Dios que nosotros, los fieles creyentes en Cristo y en su Iglesia, y los hombres y mujeres de buena voluntad, sepamos entenderlo! De ese modo, gracias a Benedicto XVI –a sus enseñanzas, a su testimonio y compromiso con la humanidad doliente- podremos adquirir una nueva comprensión acerca de nuestras vidas. ¡Y del misterio de Dios y de la Iglesia santa!

Estas páginas (recogiendo sus enseñanzas anteriores) sirvan, pues, como preámbulo a las enseñanzas del Santo Padre, que en los próximos años manarán diáfanas y claras, seguras y firmes, fuertes y bien cimentadas.

Y -como no puede ser de otra forma-, dado que serán muchos los que puedan interrogarse acerca del valor de sus enseñanzas anteriores al Pontificado, considero oportunísimo traer a colación unas palabras que, en cierta ocasión -interrogado por el metropolita Damaskinos- quiso el Cardenal Ratzinger distinguir entre su tarea de profesor y teólogo (sobre todo antes de ser nombrado Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe respecto a su anterior posición), como persona singular, en su quehacer privado.

Ratzinger respondió con valentía a la objeción presentada. Considero que su respuesta de entonces, trasladada al momento actual, como Pontífice de la Iglesia, bien nos puede orientar y esclarecer, quizá ante ciertas dudas e inquietudes. Recojo, pues, sus palabras: «El profesor y el Pre¬fecto son la misma persona, pero ambos conceptos designan funciones correspondientes a distintas tareas. Existe, por tan¬to, en ese sentido, una diferencia, pero ninguna contradic¬ción. El profesor (que sigo siendo) se esfuerza por el conocimiento, y expone en sus libros y conferencias lo que cree haber encontrado, y lo subordina tanto al debate de los teólogos como al parecer de la Iglesia. Él intenta, desde la responsabilidad ante la verdad de la fe y consciente de sus lími¬tes, lograr conocimientos que le sigan ayudando en el camino de la fe y en el camino de la unidad. Lo que él escribe o dice proviene de su itinerario personal de pensamiento y de fe, y lo implanta en el itinerario común de la Iglesia. El Prefecto, en cambio, no tiene que exponer sus interpretaciones perso¬nales. Al contrario, tiene que pasar a un segundo término para dejar espacio a la palabra común de la Iglesia. Él no escribe, como hace el profesor, textos a partir de su propia búsqueda y de sus logros, sino que tiene que preocuparse porque los órganos magisteriales de la Iglesia hagan su traba¬jo con gran responsabilidad, de tal forma que al final el texto sea purificado de todo lo meramente privado y constituya realmente la palabra común de la Iglesia.

» (...) Los documentos de la Congregación no son infalibles, pero de hecho son más que contribuciones teológicas a los debates, orientaciones que se dirigen a la conciencia creyente de pas¬tores y maestros. Así, resulta claro que los textos de la Con¬gregación no pueden ni deben ser textos del profesor Ratzinger, que está al servicio de una totalidad que se extien¬de hasta él y para ello, consciente de su responsabilidad, intenta conservar el papel de moderador» (Carta al metropolita Damaskinos, 20-2-2001, en Convocados en el camino de la fe: Madrid, 2004, pp. 237-238).

Teniendo, pues, presente todo esto, asumamos el Pontificado de Benedicto XVI con espíritu de fe y de amor a Cristo, y de amor a la Iglesia santa, en orden a realizar su misión en el mundo. ¡Acojámoslo con espíritu generoso y positivo, con espíritu filial, con docilidad cordial...

Precio 35,90 euros