domingo, abril 06, 2008

San José de Calasanz, educador


Presentación

San José de Calasanz constituye una de las estrellas más brillantes de Dios en el firmamento de los santos. Es un hito más, una contribución preciosa de España a la Iglesia de Dios. España que fue llamada por el Papa Juan Pablo II como «tierra de santos».

Siendo niño, y luego joven, ya destacó por su vida de piedad. También por su capacidad de liderazgo. Hasta el punto que era conocido por sus amigos como «el santito». Se lo decían no porque hubiera algo extraño en José, sino por el tenor de su vida, que destaca sobre los demás.

Nuestro amigo fue un hombre que siempre buscó a Dios. Y el Señor -que lo quería para sí- puso buen cuidado en llevarlo por sus caminos, hasta conducirlo a la Ciudad Eterna, Roma, donde recibiría especiales gracias de Dios y donde desplegaría el carisma con que el Altísimo lo había enriquecido. Antes fue ordenado sacerdote.

Así, una vez que llegó a Roma, quizá con ciertos deseos de situarse..., Dios lo puso en contacto con la miseria y pobreza en que tantos hijos suyos malvivían. José de Calasanz, con extrema generosidad, supo abrir su corazón compasivo a las necesidades ajenas, participando en diversas cofradías que tenían como fin socorrer a los más pobres e indigentes.

Mas como Dios fuera removiendo su alma, y otorgándole las gracias con que le enriqueció, José se apercibió de algo muy importante. Ciertamente, había mucha pobreza, grandes necesidades que atender, personas a las que era preciso socorrer... Había que hacerlo urgentemente, pues el Señor Jesús declaró: Lo que hicisteis a uno de estos, los más pequeños, a Mí me lo hicisteis...

Inquieto y preocupado con esta realidad social, la gracia iluminó el alma de José de Calasanz. Dios le hizo ver que la causa principal de tanta pobreza, y de los males que afligían a la sociedad, estaba en la falta de instrucción y de formación en las clases sociales menos favorecidas. Había que poner remedio pronto.

Como José fuera un hombre de intensa vida de oración y de fuerte penitencia, puso “manos a la obra”, comenzando a tratar a los niños y jóvenes más pobres de Roma. Se percató de que procurando su educación, una vez que crecieran, serían capaces de trabajar con dignidad y desarrollar todas las capacidades intelectuales con que Dios enriquece a los hombres. Además, junto con esa formación humana, debía impartirse una formación en la fe, que haría de esos chicos discípulos de Cristo, para vivir el Evangelio allí donde estuvieren. Enriquecidos, pues, con este bagaje de formación humana y cristiana, se formarían hombres íntegros, capaces de levar a cabo sus vidas en plenitud y cooperar en la renovación y mejora de la sociedad.

Así es como nacieron las Escuelas Pías, las primeras escuelas populares cristianas, que eran gratuitas y que abarcaban la enseñanza primaria y secundaria. En orden a realizar este proyecto educativo, José de Calasanz –que era un hombre virtuoso y con grandes cualidades- contó con la ayuda de otros hombres, que fueron eficaces cooperadores. Como lo vieran tan entregado a Dios, y siendo José de Calasanz un hombre tan lleno del amor divino, el Espíritu Santo hizo germinar en su alma la fundación de la Congregación Paulina de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que llegó a ser Orden religiosa de votos solemnes, la última Orden reconocida por la Iglesia.

Volcado por completo en Dios y con el afán de llevar los hombres a los veneros del Evangelio, José de Calasanz vivió una vida ascética de intensa oración y de penitencia. El trabajo apostólico con los niños y los jóvenes era agotador, le absorbía por completo. Pero, por otra parte, era un trabajo muy gratificante, pues, siendo ellos tan receptivos, asimilaban con suma rapidez cuanto se les enseñaba, ¡y el amor de Dios iba prendiendo en sus almas!... Por esto mismo, José se entregó y gastó con suma generosidad en su formación humana y cristiana, promoviendo también su crecimiento en la fe por medio de la catequesis y la administración de los Sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía.

La labor que se venía realizando era ingente. Una labor atractiva y entusiasmante. Por esto mismo, pronto se le unieron numerosos hombres, que se vincularon a Dios como religiosos (Hermanos y Padres Escolapios). Y así las Escuelas Pías se hicieron presentes, prontamente, en casi toda Europa.

Cuando ya se cernía el ocaso en la vida de este intrépido apóstol y educador, que fue José de Calasanz, como Dios quisiera todavía labrar, esculpir, más su alma,... le hizo pasar por el crisol del dolor, de un sufrimiento que siempre le había acompañado durante toda la vida... Pero, ahora, el dolor sería más intenso, más acuciante, pues Dios permitió que el Santo sufriera en lo más vivo de su alma. Se levantaron grandísimas calumnias contra él y la Orden que fundara. Calumnias que, en gran parte, partían de algunos que actuaban desde el interior de la Iglesia. Incluso de algunos de sus hijos espirituales.

A resultas de todo esto, a causa de las envidias y calumnias suscitadas, la Orden fue disuelta. Esa Orden que era tan querida en toda Europa, y que tantos y tan grandes servicios estaba prestando a la Iglesia y a la sociedad. Y san José de Calasanz fue depuesto de su cargo como general de la Orden, sufriendo tanto. Mas como fuera hombre de Dios, y con profundo sentido de Iglesia, en lugar de enrabiarse, o de caer en la tristeza y en la angustia, lleno de fe y con la confianza puesta en Dios, nuestro amigo supo que Dios –que tiene poder para todo- restauraría de nuevo su Orden.

José de Calasanz fue declarado Beato por el Papa Benedicto XIV en 1748. Lo canonizó Clemente XIII en 1767. Y en 1948, Pío XII, con ocasión del tercer centenario de su muerte, lo proclamó Patrono Universal de todas las Escuelas Populares Cristianas (13-8-1948).

Precio 8,44 euros