Presentación
Con fecha 11 de octubre de 1992, Su Santidad Juan Pablo II, publicaba la Constitución apostólica Fidei depositum, por la que confiaba a los fieles católicos, y a todos los hombres de buena voluntad, el Catecismo de la Iglesia católica, como síntesis valiosa y autorizada de la fe de la Iglesia. Como manifestó el Pontífice (Discurso al Congreso Catequístico Internacional, 11-10-2002), el Catecismo "permite conocer y profundizar, de manera positiva y serena, lo que la Iglesia católica cree, celebra, vive y ruega".
Con la publicación del Catecismo, el Santo Padre dio cumplimiento a la petición de los Obispos, reunidos en Sínodo (año 1985), que solicitaron una exposición actualizada de la fe que sirviera eficazmente a la evangelización del hombre moderno, siendo al mismo tiempo señal de identidad de los creyentes. Tras múltiples y diversas consultas, tanto a los Obispos, como a los Superiores Mayores Religiosos y Universidades Católicas, y contando con el parecer de eminentes teólogos y pastoralistas, el Santo Padre confió a los hijos de la Iglesia tan importante documento. Considerando el camino seguido hasta su publicación -como bien reseñó el Sumo Pontífice-, podemos decir, en verdad, que se trata de un acto colegial de la entera Iglesia de Dios.
La importancia y alcance del mismo es vital, pues -como consideró Juan Pablo II en el discurso antes mencionado- "está llamado a convertirse cada vez más en herramienta válida y legítima al servicio de la comunión eclesial, con el grado de autoridad, autenticidad y veracidad que es propio del Magisterio ordinario pontificio". Sin duda alguna, ha de ser instrumento privilegiado en orden a hacer operativa y eficaz la nueva evangelización en que, actualmente, está comprometida la Iglesia.
Valor trascendental del Catecismo si tenemos presente el proceso de progresiva descristianización que marca la hora presente del mundo, así como los desafíos pastorales que interpelan a la Iglesia y a los creyentes. Más teniendo en cuenta, como se ha dado en decir, que el Catecismo de la Iglesia Católica vendría a ser como el último de los documentos del concilio Vaticano II. El Concilio -como bien es sabido- fue clausurado en el año 1965. Con la publicación de los documentos conciliares, se inició en la Iglesia un gran proceso de reforma y actualización de sus instituciones, afectando profundamente al núcleo central de su vida, la sagrada Liturgia.
Fruto de la renovación conciliar fue también la promulgación del Código de Derecho Canónico de la Iglesia Latina (25-1-1983) y, luego, del Código de Cánones de las Iglesias Orientales (18-10-1990). De este modo, el concilio Vaticano II se traducía -por así decir- en forma de lenguaje jurídico, en orden a regular la vida y acción de los fieles en la Iglesia santa. Al publicarse el Catecismo de la Iglesia católica, penetrado como está de las enseñanzas y del espíritu del Concilio, podríamos decir que el Concilio ha venido a enriquecer la fe y la vida de la Iglesia, pues no en vano su celebración y feliz realización constituye una piedra millar más en la construcción de la Iglesia de Cristo..
A resultas de todo esto -y de otros muchos aspectos y realidades que podríamos considerar- se nos impone la gran importancia que tiene el Catecismo en el actual momento de la vida de la Iglesia. Sin duda alguna, constituye una piedra preciosa engastada en el cuerpo eclesial, que está llamada a revitalizar la fe de los creyentes y su dinamismo apostólico.
Este es uno de los grandes objetivos, que ha señalado Juan Pablo II, en orden a que el Catecismo nutra y fecunde la vida de la Iglesia. Es cierto que está llamado a inspirar y orientar la publicación de otros catecismos. Pero sería empequeñecer su influjo si lo redujéramos a esa misión. El Catecismo ha de estar presente en toda la vida de la Iglesia, tanto en la predicación homilética, como en los libros que se publiquen, ya sean de espiritualidad como de exposición doctrinal de la fe. El Catecismo ha de ser fuente recurrente en orden a la oración de los cristianos, tanto a nivel personal como comunitario. Además de no faltar en la biblioteca de ningún hogar cristiano, ha de ser un libro que se consulte a menudo, que se lea y comente en familia, en grupos de oración y de apostolado...
A este respecto, observo con cierta preocupación, que si bien su publicación fue recibida con gran entusiasmo, poco a poco va quedando relegado al olvido, cuando no arrinconado... Por eso no deja de ser llamativo que en orden a promover su divulgación, el Papa encargara al Cardenal Ratzinger la elaboración de un Catecismo que fuera síntesis del ya publicado, en orden a ser mejor conocido y divulgado.
Precisamente en esta línea se inscribe el libro que tenemos la alegría de presentar: El Catecismo de la Iglesia católica meditado. Lejos de nuestro alcance y posibilidades pretender grandes objetivos, ni empeñarnos en grandes metas. No. Nuestra vida transcurre sencilla y corriente. No obstante, fruto de esa vida cristiana y pastoral es el libro que tienes en tus manos.
¿Que cómo ha nacido?... Lo explicaré sencillamente. Todo comenzó de la manera más normal. Como sacerdote, que dirijo un grupo de oración (acostumbro predicar algunas meditaciones ante el Santísimo Sacramento), consideré que era muy interesante, en orden a formar en la fe y enriquecer la vida espiritual de los participantes, leer y meditar acerca de las enseñanzas del Catecismo. Y como me propusieran grabar las meditaciones que pronunciara, así lo hicimos. Luego, con la importantísima colaboración de Susana -a la que estamos inmensamente agradecidos, pues sin su ayuda esto no habría sido posible- se transcribieron las meditaciones. Sólo faltó retocar algunas expresiones, o realizar pequeñas correcciones de estilo, para que resultara el texto que tengo el gusto de ofrecer a tu consideración.
Este libro, pues, es el fruto de ratos de oración pasados ante el Señor, presente en la Sagrada Eucaristía. Su exposición ha sido sencilla y vital, precedida -como es lógico- de cierta preparación. Por ello, sería vano e inútil pretender extraer consecuencias teológicas o aplicaciones pastorales del mismo. El objetivo ha sido más bien humilde, aunque no exento de importancia: Meditar acerca de la fe de la Iglesia, tal como ella la expone autorizadamente, en orden a hacerla vida de nuestras vidas por medio de la oración y de la meditación.
Caso que hallamos logrado nuestro objetivo, aunque sea en pequeña medida, nos daremos por satisfechos. Más todavía, si hubiéramos ayudado a vivir la fe, a encarnarla de verdad en la propia vida, a fin de ser luego apóstoles valientes y audaces de Jesucristo Redentor, única esperanza de los hombres y Salvador nuestro.
ÍNDICEPRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE
Catecismo, 1: nn.1-26: El Catecismo, don de Dios a su Iglesia
Importancia del Catecismo
Las cuatro partes en que se divide el Catecismo
Conocer al verdadero Dios: la Verdad de la salvación
Dios ha creado al hombre por amor, para hacerlo feliz: llamado a la vida eterna
Vivir en la presencia de Dios, para Él: participar de su amor
Ante el pecado del hombre, designio salvífico de Dios: Cristo y la Iglesia
Llamada urgente al apostolado: nueva evangelización y catequesis
Significado eclesial del Catecismoe
Catecismo, 2: nn.26-65: Necesitamos de DiosDios se ha dado a conocer: Revelación y acto de fe
El hombre es capaz de conocer a Dios: tendencias secularizantes
Grandeza de la fe: ayudar a redescubrir la fe
Deseo innato de Dios: el hombre, ser religioso
A la búsqueda de Dios: Dios mismo nos busca
Revelación natural y sobrenatural de Dios. La Iglesia servidora de la verdad
Revelación sobrenatural y fe: verdad de Dios, que nos da a Cristo Redentor
Catecismo, 3: nn. 66-95: Las fuentes de la Revelación cristianaRevelación completa y acabada. Prosigue en la Tradición de la Iglesia
Revelaciones privadas en la Iglesia: valor
La Iglesia depositaria de la Revelación: Escrituras y Tradición
Escritura y Tradición: unión íntima e implicación recíproca
El depósito sagrado: la Iglesia su defensora
La Iglesia, intérprete auténtica de las Escrituras
Relaciones Magisterio y Escritura: dogmas y sentido de fe del pueblo creyente
Catecismo, 4: nn.101-133: El tesoro de las Sagradas EscriturasLa palabra y el Verbo: dones de Dios a los hombres
Palabra y Eucaristía: semejanza y distinción
Hacer vida nuestra la Palabra: formación en la fe. Escritura e Iglesia
La verdad de Dios: Escrituras, Tradición e Iglesia
Para la recta comprensión de las Escrituras
El canon de los libros sagrados: la unidad de las Escrituras y la verdad de la fe
La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia y de los fieles
Catecismo, 5: nn. 142-175: El tesoro de la feLa Sagrada Escritura, don del amor de Dios a los hombres: respuesta de fe
Modelos de fe: Abraham y María
El valor de la fe: Dios, garante de su verdad. Crecer en fe: hacer actos de fe
Fe en Dios, en Cristo y en la Trinidad
La fe es un don de Dios, una gracia, y acto humano
Fe y motivos de credibilidad: la certeza de la fe
Fe y conocer: fe y ciencia
Libertad y grandeza de la fe: necesaria para la salvación
Catecismo, 6: nn.185-227: Creo en Dios: Yahvé y Padre DiosEl símbolo de la fe: los artículos del credo
Vivir en sintonía con la fe: coherencia y unidad de vida
Vivir la fe en comunión con la Iglesia
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